La pérdida de la madre,
Del piso, de lo que me sostiene y me elevó ante mis ojos,
La pérdida del padre, el hijo y el espíritu santo,
Y el padre de nuevo porqué no.
Lo peor, la pérdida de mi misma, una y otra vez,
Y la confianza socavada de levantarse del barro.
¿Cuándo comenzó el duelo? No hay respuesta,
La que sí tengo es que nunca acaba,
Y comprendo que la lucha no se hace mi vida, sino que ésta siempre fue la lucha.
La pérdida del nido que se construye con esfuerzo
y una vez acomodado se deshace en pedazos.
Y, por último, la mantención del ideal, el sueño y la mentira recitada religiosamente,
Para mantenerme por los otros.
¿Qué me espera?
No hay respuesta