Rosa mía
Quiero arrancarte los labios
hasta quemar toda esta pasión que me consume,
sentir el suave terciopelo que viste tu piel;
que tú seas el principio y el fin de mis días.
Morir con el recuerdo de esas dulces caricias,
que abrazados
entre oscuros secretos nos dábamos;
tú y yo.
Desgarro mi alma
con toda la devoción de un santo,
al adorarte en la belleza
de tu santuario.
Eres mi bendita obsesión,
el sacrificio expiatorio
que me condena a las más dulces penas;
a tu devoción;
pelo rubí colorado,
esfinge de oro y diamante alumbrado,
belleza pura en excelsa intención.
Hasta en el más profundo abismo azulado
se halla nadando este injurioso amor,
que de ser, no dejará vivir
al que por él sufre;
ese hombre... debo de ser yo.