Entre los antiguos habitantes del océano verde llamado Amazonas existe una muy arraigada creencia. Paralela a la ya conocida, se narra la existencia de otra selva; una segunda selva elevada. Ésta, aunque es intangible, no es menos real que la selva terrestre. Y si bien son muchas las maravillas exóticas que aquí y sólo aquí se presentan, en esta ocasión nos centraremos en una sola, cuya diminuta figura no corresponde con el tamaño de su relevancia: se trata de la Astriona.

Esta especie de araña neotropical es endémica de estos bosques celestiales amazónicos. Su principal entretenimiento es tejer: ella teje ideas, ¿de qué más podría tratarse sino en una selva metafísica?

La Astriona produce inspirados versos, revolucionarias ideas y originales sintagmas, que enlaza uno a uno en extensos hilos entrecruzados, formando bastas redes de mapas conceptuales. Se dice que al menos dos tercios de la arquitectura del bosque metafísico están compuestos por estas marañas.

Sin embargo, las redes de las Astrionas no son intelectualmente perfectas. Sus enunciados, aunque brillantes, son cortos y carentes de dirección. Están unidos entre sí por líneas… sí, simplemente son eso: no son sogas, cuerdas ni lazos, son tan solo líneas.

Y no hay peor material de construcción permanente que este, porque al contrario de lo que se suele pensar, las líneas son terriblemente sólidas, aguantan los tirones, los improperios, los gritos e incluso el tiempo (que todo lo mata) y he ahí el problema, con el tiempo las líneas oxidan los conceptos, los cuales, si bien en un comienzo fueron prometedores y originales, se estancan en palabras vanas que pierden su significado, precipitándose luego en forma de lluvia.

Y no habría problema si las Astrionas fueran atentas, si tuvieran constancia de un ser sólido: pero es que no lo son, son etéreas, en cuerpo, alma y acto. Por esta razón producen muchas y muy buenas ideas, tanto que no pueden pensar en otra cosa, y olvidan reemplazar las líneas que las unen por seguir trazando nuevas redes. Éstas se acumulan y cuando pesan demasiado como para que la selva las pueda sostener, se convierten en grandes tormentas tropicales.

Cuando una Astriona muere, sus patas se recogen, y su cuerpo casi ingrávido (pero excesivamente real como para no verse influenciado por el viento) tarda años en tocar el suelo material. Se dice que donde cae nacerá un Braktú.