Bueno, ya saben como va esto... reglas? Si, una esta vez: no será un relato demasiado extenso, el décimo comentario cerrará la historia. Comienzo con el primer comentario:


Por la pradera corría desesperado y tras de él iba un demente, un loco: de esos que se hacen llamar científicos.

Aquella reptilesca y orejuda criatura entró de un Salto en su madriguera, pero el hábil Alexander F. saltó  detrás justo a tiempo para retenerle, con su mano estirada había logrado agarrar la pata del Escaronejo y lo sacó como quien arranca una zanahoria de la tierra. Estaba a punto de apreciarlo con mas calma cuando notó  que una sombra interrumpió groseramente el camino de los bondadosos y abundantes rayos de sol. Aun con la pequeña bestia colgada y sacudiéndose, aquel experto en criaturas mágicas se levantó con una sonrisa en su rostro, con la mirada fija en...

El ángel de la muerte, que surgió entre las tinieblas y le envolvía un aura oscura, en sus manos poseía una gran hoz hecha de huesos cuyo filo rojo carmesí reflejara la mirada asustadizo de la pequeña bestia. El, que estava cubierto por un manto negro con matices rojas de guantes negros y voy una máscara de un cráneo de cerbero movió la hoz hacia la bestia en un parpadeo se vió como el alma de este era arrancado y separado de su cuerpo físico muriendo al instante, el alma fue devorada por esa hoz tan tétrica.

- Una muerte rápida es mejor que el cruel destino que le esperaba, fuí benévolo con el pequeño, y tu ¿deseas compartir el mismo destino? O por el contrario, prefieres vivir con miedo, tengo otras almas que recolectar ahora mismo, regresaré y me dirás tu respuesta, por cierto solo soy uno de los recaderos de "la muerte", puedes llamarme Raider.- Su voz era áspera a la vez que son avanzada grabe y amenazante.

Tras ello se desvaneció entre sombras ese ente, pues no se le podía etiquetar como persona o humano.

Por la pradera corría desesperado y tras de él iba un demente, un loco: de esos que se hacen llamar científicos.

Aquella reptilesca y orejuda criatura entró de un Salto en su madriguera, pero el hábil Alexander F. saltó  detrás justo a tiempo para retenerle, con su mano estirada había logrado agarrar la pata del Escaronejo y lo sacó como quien arranca una zanahoria de la tierra. Estaba a punto de apreciarlo con más calma cuando notó  que una sombra interrumpió groseramente el camino de los bondadosos y abundantes rayos de sol. Aún con la pequeña bestia colgada y sacudiéndose, aquel experto en criaturas mágicas se levantó con una sonrisa en su rostro, con la mirada fija en... el ángel de la muerte, que surgió entre las tinieblas y le envolvía un aura oscura, en sus manos poseía una gran hoz hecha de huesos cuyo filo rojo carmesí reflejara la mirada asustadizo de la pequeña bestia. El, que estaba cubierto por un manto negro con matices rojas de guantes negros y voy una máscara de un cráneo de cerbero movió la hoz hacia la bestia en un parpadeo se vio como el alma de este era arrancado y separado de su cuerpo físico muriendo al instante, el alma fue devorada por esa hoz tan tétrica.

- Una muerte rápida es mejor que el cruel destino que le esperaba, fuí benévolo con el pequeño, y tu ¿deseas compartir el mismo destino? O por el contrario, prefieres vivir con miedo, tengo otras almas que recolectar ahora mismo, regresaré y me dirás tu respuesta, por cierto solo soy uno de los recaderos de "la muerte", puedes llamarme Raider.- Su voz era áspera a la vez que son avanzada grabe y amenazante.

Tras ello se desvaneció entre sombras ese ente, pues no se le podía etiquetar como persona o humano.

¿Setas alucinógenas? ¿Drogas caducadas? ¿O quizá una mezcla de ambas? Alexander F no podía creerse lo que allí había acontecido. Pensó por un instante en tomar dicha amenaza como real, pero luego se acordó, o mejor dicho, su cordura se olvidó de él, por lo que se entretuvo tratando de predecir el patrón de comportamiento de las palomas rabiches moteadas, que danzaban en círculos en busca de alimento.

Al ver al desdichado, un melocotón flotante apareció en escena, y que, como todo buen melocotón que se precie, envió un mensaje por vía telepática a Alexander F. para que se apurase a volver de su mundo de las piruletas, ya que la parca andaba cerca.

– Palomitas, titas titasss –respondió abstraído Alexander F.
– Deja a los bichejos Alexander, y sígueme.
Boquiabierto, siguió al melocotón que surcaba los aires con agilidad frutal.

Al cabo de unos metros, o kilómetros, no se sabe muy bien, llegaron a su destino, Villa Almíbar, en donde les esperaba el alcalde de la ciudad, Don Carson, del que se dice que tiene una personalidad muy dulce, aunque a veces áspero.

– Ah, veo que lo has encontrado, dile que venga, tenemos que ponernos enseguida a planear el asunto.

Pasaron al edifico principal del pueblo, una gran casa construida en madera de roble, estilo rústico, en el que una de las habitaciones principales, la del alcalde, contenía todo tipo de cuadros famosos como “La noche almibarada”, “La Venus Melocotón” y diversas escenas religiosas que ninguno de los presentes sabía identificar.

– Señores, los he traído hasta aquí porque es de extrema urgencia que acabemos ya con esta amenaza. No es la primera vez que la parca viene por aquí de vacaciones, distraída, probablemente por el olor sensible y dulce de nuestro bosque, pero esto se tiene que acabar, no más muertes innecesarias – dijo con voz enérgica el alcalde.

– ¿Y cómo sugiere que lo hagamos? –peguntó Alexander F, que comenzaba ya a despertar.
– Muy fácil, lo primero es ponerle una trampa, así que, podríamos…
Se interrumpió de pronto la charla por un golpe repetido en la puerta.

PUM,PUM.

Por la pradera corría desesperado y tras de él iba un demente, un loco: de esos que se hacen llamar científicos.

Aquella reptilesca y orejuda criatura entró de un Salto en su madriguera, pero el hábil Alexander F. saltó  detrás justo a tiempo para retenerle, con su mano estirada había logrado agarrar la pata del Escaronejo y lo sacó como quien arranca una zanahoria de la tierra. Estaba a punto de apreciarlo con más calma cuando notó  que una sombra interrumpió groseramente el camino de los bondadosos y abundantes rayos de sol. Aún con la pequeña bestia colgada y sacudiéndose, aquel experto en criaturas mágicas se levantó con una sonrisa en su rostro, con la mirada fija en... el ángel de la muerte, que surgió entre las tinieblas y le envolvía un aura oscura, en sus manos poseía una gran hoz hecha de huesos cuyo filo rojo carmesí reflejara la mirada asustadizo de la pequeña bestia. El, que estaba cubierto por un manto negro con matices rojas de guantes negros y voy una máscara de un cráneo de cerbero movió la hoz hacia la bestia en un parpadeo se vio como el alma de este era arrancado y separado de su cuerpo físico muriendo al instante, el alma fue devorada por esa hoz tan tétrica.

- Una muerte rápida es mejor que el cruel destino que le esperaba, fuí benévolo con el pequeño, y tu ¿deseas compartir el mismo destino? O por el contrario, prefieres vivir con miedo, tengo otras almas que recolectar ahora mismo, regresaré y me dirás tu respuesta, por cierto solo soy uno de los recaderos de "la muerte", puedes llamarme Raider.- Su voz era áspera a la vez que son avanzada grabe y amenazante.

Tras ello se desvaneció entre sombras ese ente, pues no se le podía etiquetar como persona o humano.

¿Setas alucinógenas? ¿Drogas caducadas? ¿O quizá una mezcla de ambas? Alexander F no podía creerse lo que allí había acontecido. Pensó por un instante en tomar dicha amenaza como real, pero luego se acordó, o mejor dicho, su cordura se olvidó de él, por lo que se entretuvo tratando de predecir el patrón de comportamiento de las palomas rabiches moteadas, que danzaban en círculos en busca de alimento.

Al ver al desdichado, un melocotón flotante apareció en escena, y que, como todo buen melocotón que se precie, envió un mensaje por vía telepática a Alexander F. para que se apurase a volver de su mundo de las piruletas, ya que la parca andaba cerca.

– Palomitas, titas titasss –respondió abstraído Alexander F.
– Deja a los bichejos Alexander, y sígueme.
Boquiabierto, siguió al melocotón que surcaba los aires con agilidad frutal.

Al cabo de unos metros, o kilómetros, no se sabe muy bien, llegaron a su destino, Villa Almíbar, en donde les esperaba el alcalde de la ciudad, Don Carson, del que se dice que tiene una personalidad muy dulce, aunque a veces áspero.

– Ah, veo que lo has encontrado, dile que venga, tenemos que ponernos enseguida a planear el asunto.

Pasaron al edifico principal del pueblo, una gran casa construida en madera de roble, estilo rústico, en el que una de las habitaciones principales, la del alcalde, contenía todo tipo de cuadros famosos como “La noche almibarada”, “La Venus Melocotón” y diversas escenas religiosas que ninguno de los presentes sabía identificar.

– Señores, los he traído hasta aquí porque es de extrema urgencia que acabemos ya con esta amenaza. No es la primera vez que la parca viene por aquí de vacaciones, distraída, probablemente por el olor sensible y dulce de nuestro bosque, pero esto se tiene que acabar, no más muertes innecesarias – dijo con voz enérgica el alcalde.

– ¿Y cómo sugiere que lo hagamos? –peguntó Alexander F, que comenzaba ya a despertar.
– Muy fácil, lo primero es ponerle una trampa, así que, podríamos…
Se interrumpió de pronto la charla por un golpe repetido en la puerta.

PUM,PUM.

La puerta cedió ante la presión de la señora sandía que entró rodando hasta pararse cerca del resto.

-¡Ayuda! Mis amigas las sandias se están pudriendo por culpa de una densa miasma negra y lila! ¡Llamen a regadera, puede que su agua junto con nuevo fertilizante las salven!