Estoy rodeada por miles de personas muertas, sus cuerpos sin vida danzan una dulce melodía. Miles de delicados hilos blancos y rojos sostienen sus cuerpos y los mueven a su voluntad.
Sus grisáceos rostros sonríen con tristeza mientras sus blancos ojos miran el vacío.
Soy la única que nota aquella tristeza y muerte. Mis cansados brazos son obligados a moverse por los hilos que los aprisionan, al igual que mis piernas. Mi pareja de baile es obligada a moverse con gracia y delicadeza, haciendo una lenta reverencia. Mis pies son ágiles y veloces, siguen los pasos de él y se mueven con la gracia de una bailarina de ballet.
Sobre nosotros, cientos de rostros nos miran con diversión y asombro, seguramente porque no saben lo que realmente somos.
Entre ellos, una niña de rubios cabellos y ojos negros nos mira con curiosidad pensando que, no somos más que pequeñas figuras hechas para danzar. Y, en cierta forma, es eso lo que somos ahora.
Los cuerpos de mis acompañantes, e incluso el mío, están cubiertos con bálsamo para que no se pudran con el paso de los años. Me pregunto... ¿Serán ellos conscientes de lo que pasa? ¿O seré yo la única que sabe lo que ocurre? Ellos no muestran ninguna señal de entendimiento o consciencia. Aunque, yo tampoco muestro alguna señal, pues sé que no debo hacerlo.
La melodía y nuestro titiritero nos obliga a seguir danzando, sin prestar la menor atención a las personas que nos observan.
Desearía poder liberarme, soltarme de los hilos y escapar de aquellos gigantescos hombres.
Aun no logro comprender por qué estamos en este mundo o cómo llegamos a el. Sus habitantes son extraños humanos de porcelana y su ambiente es completamente hecho de cristal. No es de extrañar que nos miren con curiosidad y asombro, si yo pudiera, haría lo mismo.
La serena canción termina con estrépito, dejándome aturdida por un momento. Las personas nos aplauden, sonrientes. Mis compañeros y yo caemos al suelo en silencio. Nuestro titiritero cierra nuestra caja y, sin entender cómo, volvemos todos a nuestras respectivas tumbas, en espera a que nos vuelvan a usar.