En una noche tormentosa, mientras los hombres se escondían bajo aquellos muros a los que llaman casas, una niña sin familia ni hogar, consumida por la oscuridad, la tristeza y la desesperación, cubierta de mugre y lágrimas se asomó para ver aquellas oscuras nubes a las que tantos les temían, y se sorprendió al ver como aquellas formaciones negras que ocultaban el cielo se tornaban de miles de colores diferentes a cualquier otro que hubiera visto antes.

Estas nubes tomaron formas de criaturas extrañas con grandes colmillos y garras que le sonreían a la niña con un tono de burla. Ella, asustada, comenzó a temblar y a llorar aún más, había presenciado cosas verdaderamente horribles en su corta vida, pero nada la había asustado tanto como aquellos seres que bajaron de entre los cielos, se materializaron frente a ella, y la rodearon. La niña lloraba sin parar de pensar en las cosas horribles que le harían, pero ellos no se movieron, solo la miraron con curiosidad en sus ojos burlones, como si ella fuera un bicho raro que nunca antes habían visto.

Solo uno de ellos, un ser de pelaje azul como la noche, grandes ojos rojos como la sangre y con la forma de un humano esquelético se le acercó, posó su mano calaverica en el hombro de ella, la miró directo a sus ojos azules cubiertos por lágrimas, y con lentitud le susurro con su áspera y entrecortada voz.

-Nosotros no somos los monstruos... - su aliento era como una brisa cálida en el oído de ella, por lo que no se apartó, a pesar de que el resto de él era horrible aquello la tranquilizó, pues sabía que los verdaderos monstruos eran aquellos cuyos alientos fétidos olían a alcohol.

La extraña criatura le sonrió y limpió las lágrimas de sus pequeños ojos. La niña se fijó por primera vez en los ojos de ellos, los cuales aunque eran grandes y de colores inquietantes, no trasmitían el odio al que ella estaba tan acostumbrada, sino que trasmitían amabilidad, cariño incluso, dos cosas que ella no tenía desde hace mucho. Sin siquiera pensarlo dio un paso, y luego otro, con los brazos bien abiertos yendo hacia las criaturas. Ellos la tomaron en brazos y la llevaron a los cielos, entre aquellas ya olvidadas nubes negras donde vivirían libres...

¡Hola Gweny! Siempre me asombro de tu imaginación, me encanta como describes los sucesos y personajes, haces que uno se traslade al sitio. Un relato curioso, porque me recordó a ese dicho de "las apariencias engañan" y sí, muchas veces pensamos que lo extraño y nuevo nos hace daño, esa fue mi percepción de esta fantasía ¡Te seguiré leyendo!

me encanta